Diez maneras para salvar el clima sin un acuerdo

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en Durban, Sudáfrica, no dió el paso necesario para pronto llegar a un nuevo acuerdo. Las negociaciones se vuelven más complejas y las relaciones internas se tensan. A pesar del estancamiento político, a nivel mundial se ponen en marcha iniciativas que deben contribuir a diseñar la sociedad de bajo carbono. Sin embargo la pregunta que se impone es si somos capaces de realizar a corto plazo la ruptura necesaria con la tendencia actual.

Los pioneros

Las buenas noticias son que, a pesar de no llegar a un acuerdo, se ha filtrado el discurso. Mundialmente se han puesto en marcha procesos, bien de manos de pioneros voluntarios o bien impuestos por las normativas o las catástrofes naturales, que aportan otra visión a la sociedad. De ese abanico de iniciativas se deduce cómo el problema del cambio climático encamina nuestra sociedad hacia otra dirección.

1. Corea del Sur: destino común

Asia es el mayor emisor de gases de efecto invernadero. Sin embargo, la región se encamina en convertirse en el continente pionero en lo que respecta a la ecología aplicada a la economía. Sobre todo Corea del Sur llama la atención en el ámbito mundial. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático celebrada en Copenhague (2009), el país presume de su plan de crecimiento ecológico. En resumidas cuentas, “Tenemos que transformar el paradigma de crecimiento.” Entretanto, Corea del Sur ha convertido esa transición hacia una economía ecológica en un plan quinquenal, centrado en inversiones en investigación y desarrollo para baterías, vehículos eléctricos y energía renovable. Corea del Sur también procura desempeñar un papel de liderazgo, para ayudar a Asia a abrirse camino en una sociedad de bajo carbono. Con ese fin, se fundó el Instituto para el Crecimiento Verde Global, que realiza proyectos piloto y estimula el espíritu de cooperación. El Instituto apoya, por ejemplo, a Kazajistán para dibujar un propio plan de crecimiento ecológico. El foco de atención reside en la tecnología para normativas climáticas, una economía verde y la gestión de la energía y del agua. A principios de septiembre, se firmó también un acuerdo de cooperación con el Ministerio del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales de México. Corea del Sur va a ayudar a México a desarrollar sus recursos. Además, los dos países van a intercambiar experiencias.

“Todos recibieron la idea del crecimiento ecológico con entusiasmo, lo que indica que la humanidad está tomando conciencia de su destino común,” afirmó el presidente Lee Myung-bak en una conferencia en septiembre. “Un sinfín de problemas en nuestro mundo unido son problemas comunes que exigen una respuesta a nivel internacional. Es de crucial importancia que la humanidad despliegue un mayor sentido de la responsabilidad y profundice en sus esfuerzos.”

2. China, campeona de la energía eólica

China ha superado a EE.UU. como mayor emisor de CO2. Sin embargo, Pekín hace muchos esfuerzos para reducir las emanaciones. En el duodécimo Plan Quinquenal para el Desarrollo Económico y Social de China, se han incluido objetivos claros para el ahorro energético y para la inversión en energías renovables (eólica, solar, biomasa y geotérmica). Para 2020, China desea obtener el quince por ciento de su energía de recursos renovables, frente al diez por ciento actual.

China produce el 23 por ciento de toda la energía eólica del mundo. Se trata de casi 45.000 megavatios (un setenta por ciento más que en 2009). Para 2015, China busca doblar esta capacidad. A modo comparativo, la UE representa el 43 por ciento de la producción de energía eólica total, los EE.UU., el veinte por ciento. En 2011, la participación en energía eólica a nivel mundial aumentó unos 38.000 megavatios, hasta un total de 197.000 megavatios. Es decir, tres veces más que en 2006 y nueve veces más que hace diez años.

3. Japón, gracias a Fukushima

Fue grande la consternación en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Cancún (2010), cuando Japón anunció que no quería continuar con el Protocolo de Kioto. Recientemente, reiteró su punto de vista en una conferencia del Centro Europeo de Política (EPC) en Bruselas. La postura de Japón tiene que ver con su competidor China, que no tiene obligaciones de reducción en caso de que se prolongue el Protocolo de Kioto. Sin embargo, Japón se rige por una política impuesta acerca del cambio climático y la catástrofe nuclear de Fukushima la ha enfatizado. El gobierno japonés impuso en marzo un ahorro de energía del veinte por ciento para el tráfico, la industria y las familias. “Lo hemos conseguido,” afirmó de forma triunfante el experto en clima japonés Hironori Hamanka en la conferencia de EPC. “Antes de Fukushima, nunca lo habríamos logrado. Debemos transmitir con más claridad que corremos peligro si no reducimos drásticamente nuestro consumo energético y de materias primas.”

4. India: reinventar el desarrollo

En la Conferencia sobre el Cambio Climático celebrada en Copenhague, India prometió reformar su economía de tal manera que para 2020 haya reducido sus emisiones de un quinto a un cuarto con respecto al volumen de negocios actual (es decir, respecto a lo que el país emitiría si sigue la evolución normal y no utiliza recursos para limitar las emisiones). Según un estudio del Centro de Ciencias y Medio Ambiente (CSE) realizado en Delhi, los mayores países contaminadores llevan camino de alcanzar estos objetivos. Se trata de los sectores de la energía, el acero, el aluminio, el cemento, el papel y los abonos químicos. Sunita Narain, directora del CSE, aplaude los esfuerzos, pero les denomina como “frutos inmaduros”. Nairan nos comenta: “Los esfuerzos deben ir más allá, si deseamos tener éxito después de 2020”. Sugiere otra interpretación del crecimiento y el desarrollo, un nuevo concepto que aún se debe inventar. Narain llama la atención a los millones de pobres de India, que pueden funcionar como motor para obligar al país a llevar a cabo una profunda transformación.

Los pobres de India logran derrumbar diferentes proyectos a gran escala por su impacto en el medio ambiente. Narain relata: “Casi todos los proyectos industriales y de infraestructura en India, partiendo de la minería, energía térmica, hidroenergía y energía nuclear, hasta llegando a proyectos de cemento y acero, son atacados por comunidades que temen que su supervivencia se vea amenazada. Lo que otros denominan “desarrollo” es un camino que les convierte en más pobres. India debe encontrar un camino para desarrollarse, que englobe a este grupo de pobres.”

Hasta en América Latina está creciendo este movimiento, de México a Brasil pasando por los países andinos hasta llegar a la Patagonia. Se han eliminado los proyectos de minería, se han dificultado las concesiones petroleras, se ha combatido la deforestación y se impide la ejecución de proyectos de infraestructura.

5. América Latina: ¡Salva los bosques!

El cuarenta por ciento de América Latina está cubierta por bosques tropicales. La política relacionada con el cambio climático de la región consiste principalmente en limitar las emisiones resultantes de la deforestación y estimular la recuperación de los bosques, lo que se llama REDD en la jerga. Brasil trabaja para reducir un 70 por ciento la deforestación de la Selva Amazónica para 2020, lo que produciría una disminución de 4,8 mil millones de toneladas de CO2. Es más de lo que los países industrializados deben alcanzar según el Protocolo de Kioto.

Por lo que se refiere a esta región, Costa Rica mantiene el liderazgo. Para el aniversario de doscientos años de la independencia, en 2012, el país pretende ser climáticamente neutro. Actualmente, el 96 por ciento de su electricidad procede de energías renovables. Además, la pasada década, Costa Rica amplió al diez por ciento su superficie forestal. También Cuba se esfuerza, como ningún otro país, en el ahorro energético y en invertir en energías renovables.

6. África, obligada a adaptarse

Desde el punto de vista histórico, África ha emitido apenas un cuatro por ciento de todos los gases de efecto invernadero. Sin embargo, precisamente África se ve muy afectada por el cambio climático. Pensemos en la sequía en el Cuerno de África y la oleada de refugiados por motivos climáticos. Además de la inversión en energías renovables y la lucha contra la deforestación, África se dedica completamente a la agricultura “inteligente”, un modelo de agricultura que hace frente a la sequía y a las inundaciones. En septiembre, los ministros de energía de varios países africanos firmaron la declaración de Johannesburgo, una llamada a las instituciones financieras y a los países ricos para apoyar a África en el desarrollo de este modelo agrícola resistente al clima.

7. Los países en desarrollo se esfuerzan

Después de la Cumbre del Clima celebrada en Copenhague (2009), se solicitó a todos los países de la convención del Clima que hicieran públicas sus contribuciones voluntarias para la reducción de gases del efecto invernadero. Solamente de los países menos desarrollados no se espera tal contribución.

Los países en desarrollo prometieron emitir 2,3 mil millones de toneladas de CO2 menos para 2020, los países ricos apenas 0,8 a 1,8 mil millones. China prometió encargarse de la disminución de emisiones de CO2 por unidad de PNB del 40 al 45 por ciento para 2020, en comparación con 2005. En otras palabras, China va a tratar de producir la misma cantidad de productos con menos energía. Hasta Brasil se planteó el ambicioso objetivo de frenar el aumento de las emisiones del 38 al 42 por ciento para 2020. En su Plan del Clima, África del Sur anuncia disminuir la dependencia de carbón, hacer culminar las emisiones para 2020-2025 y comenzar a reducirlas después de 2030.

8. Alemania, líder europeo

Europa trata de emitir el veinte por ciento menos de CO2 para 2020. Si los otros países realizan esfuerzos equivalentes, la UE desea incrementar el objetivo hasta el treinta por ciento.

Sin embargo, Alemania se ha fijado unilateralmente como objetivo alcanzar el cuarenta por ciento, incluso con una política de extinción para la energía nuclear. Para Europa, las buenas noticias son que el consumo de petróleo ha bajado un 1,1 por ciento en 2010, una disminución por cuarto año consecutivo, mientras que mundialmente aumentó un 3,1 por ciento en 2010. Un tercio de la subida del año pasado corre por cuenta de China, que representa el diez por ciento del consumo de petróleo en el mundo.

9. Las ciudades son determinantes

Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. Para 2050, ocho de cada diez personas vivirán en zonas urbanizadas. El Consejo Internacional de Iniciativas Ambientales Locales (ICLEI), con 1.220 ciudades conectadas, está convencido de que las ciudades pueden marcar la diferencia. 900 ciudades se han inscrito en el programa Ciudades para la Protección del Clima y procurarán reducir las emisiones de un 35-40 por ciento para 2020. Para estimular la transición hacia la sostenibilidad, la Comisión Europea ha creado la iniciativa Capital Verde Europea. Basándose en diez indicadores, mide la política del clima en ciertas ciudades en un período de diez años. En 2010, Estocolmo fue declarada la primera Capital Verde Europea. Este año, le toca a Hamburgo. En 2012, el honor le corresponde a Vitoria-Gasteiz en el País Vasco, en 2013 a Nantes. La ministra de Medio Ambiente de Bruselas, Evelyne Huytebroeck (Ecolo), hace todo lo posible para conseguir el premio en 2014.

10. Movimiento de transición: movilizar el potencial oculto

Visto el estancamiento político, en todo el mundo, ciudadanos conscientes unen las fuerzas para defenderse contra los azotes de las próximas crisis climáticas y del petróleo. Se puede leer más información sobre este tema en la entrevista con Rob Hopkins, que se publicó también en la revista MO* de diciembre de 2011.

Más allá de la tiranía del presente

No es una coincidencia que la siguiente conferencia sobre el cambio climático tenga lugar en Durban. África no quiere ser abandonada a su suerte. Necesita a los países ricos y procura mantener la reflexión sobre el clima multilateral. Asimismo, aumenta la presión para llegar a un acuerdo.

Desde que el problema del clima figuró en el orden del día internacional en 1990, la emisión global de gases de efecto invernadero ha crecido un 35 por ciento. La crisis económica de 2008 hizo bajar la emisión mundial en 300 megatones, pero la tendencia volvió a cambiar en 2010.

Si las emisiones siguen subiendo, como en 2010, la temperatura de la Tierra aumentará dos grados Celsius antes de que finalice el siglo.

Científicos de prestigio, como el experto en clima Hans Joachim Shellnhuber, del Instituto de Potsdam, declara que nos encaminamos hacia un calentamiento de tres a cuatro grados Celsius antes de finales de este siglo y de seis a ocho grados para 2300. “Frenar el calentamiento global es una cuestión de dignidad humana, incluso para las generaciones futuras,” planteó Shellnhuber en una conferencia sobre el cambio climático celebrada en septiembre en Australia. Según Shellnhuber, supone una necesidad imperiosa realizar todo lo posible en cuanto a los recursos tecnológicos, pero también en lo que respecta a las elecciones políticas que deben posibilitar un cambio. Después de 2020, las emisiones deberían disminuir, porque sino la vida va a encarecerse. Shellnhuber declara que: “Nos encontramos en la década crítica. Debemos ir más allá de la tiranía del presente.”

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