Una mezcla explosiva de té, petróleo y identidades

Assam, uno de los estados del noreste de India, es conocido por su excelente té pero también por sus prolongadas rebeliones étnicas. Al principio de octubre cien mil personas fueron expulsadas de sus casas por la violencia comunitaria. Unas semanas después una bién coordinada campaña de bombardeos mató a sesenta personas. El fotógrafo de Magnum Thomas Dworzak da una impresión del paraíso violento. A las orillas del Brahmaputra
Gie Goris buscó las raíces de la violencia.
860 plantaciones de té, 34 grupos armados, por lo menos 115 diferentes grupos étnicos, 45 idiomas y la mitad de la producción petrolera de India sobre dos veces la superficie de Bélgica. Bienvenido en Assam. Pero este bienvenido no es pie de letra para todos, menos para los cientos de miles emigrantes ilegales de Bangladesh. Ellos sirvieron de yunque otra vez en octubre. En una semana de violencia comunitaria cincuenta personas murieron y más de cien mil personas se quedaron sin casa. Más tarde en curso del mes doce bombas estallaron en diferentes lugares al mismo tiempo y otra vez los bengalíes fueron señalados con el dedo.

‘Los bengalíes causan los problemas’, dice Dileep Shandam del diario Assam Bani una noche pintoresca en Guwahati. ‘Ocupan las tierras fértiles y birlan los puestos ya escasos para los assameses. Mira quiénes conducen los taxis, quiénes son los ebanistas…’ Shandan no puede dar cifras exactas de la cantidad de emigrantes, igual que los demás que entrevisté en la primavera en la capital Guwahati. No obstante, cada uno reconoce las tenciones que van en aumento entre los grupos indígenas y los bengalíes.
‘Existe un sentimiento real anti-emigrantes’, confirma el activista social Sritam Ananthanarayanan. ‘Pero los bengalíes o otros emigrantes al igual que los pueblos indígenas son víctimas de la gestión casi colonial que sigue Delhi por los estados del noreste. Los emigrantes por la mayoría sobreviven del trabajo informal y por eso son muy frágiles. Ni los escasos sindicatos, ni los rebeldes armados se sienten llamados a defender a los emigrantes. Aún Ulfa (United Liberation Front of Assam) se enfrente a los emigrantes de Bihar, otro estado indio.’
La violencia del principio de octubre empezó en la comunidad de Bodo que se siente amenazada por la creciente presencia bengalí en ‘su’ territorio. Las primeras acusaciones después de los atentados de bombas en octubre iban en la misma dirección, pero muy pronto se cambiaba el tono y se echaba la culpa no al Ulfa sino a un conjunto vago de terroristas yihades. Los Muslim Liberation Tigers de Assam, el Independent Liberation Army de Assam, el People United Liberation Front, el Harkat-ul-Muyahideen y el Harkat-ul-Yihad-al-Islami son los principales grupos armados que reclutan entre las minorías bengalíes en Assam.

En el curso de la independencia de India la mezcla étnica del noreste ya ha producido una creciente división en pequeños estados y territorios autónomos. Parece que cada grupo étnico exige su propio bantustán. Resulta que la disposición del gobierno indio para negociar sobre el asunto cambia las antiguas formas de vivir juntos y sin problemas en un ambiente de tensión política ayudado por milicias armadas.
‘La gente no es en contra de India o de los mismos estados, solo se enfrenta a un gobierno colonial que no la escucha o no la sirva’, dice Minhal Jouhain de Action Aid Assam. ‘Hay que entender el anhelo de los estados indígenas como una petición por un modelo de desarrollo que soluciona las verdaderas necesidades de la población local.’ Kazu Ahmed del Panos Institute en Guwahati tiene la misma opinión y lamenta la fijación en el idioma y el linaje étnico. ‘India planifica construir 160 presas en el noreste. ¿Quién disfrutará de la electricidad? El noreste tiene un treinta porciento de las reservas del agua de India. ¿A quiénes beneficiarán ? ¿Quién disfruta de las ganancias de la poducción de té y de petróleo? Si no hay una respuesta satisfactoria, la violencia seguirá viva en Assam. Y la violencia se dirige a las autoridades, pero por frustación también a los grupos sociales bajos.’
Después de años en que los atentados de bombas estaban a la orden del día, la violencia parecía disminuir en Assam. En el triste mes de octubre 2008 la esperanza por una normalización se acabó de golpe.

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